viernes, 31 de enero de 2020







MI GRAN PEQUEÑA GRANJA
                                                     
-Cartel del film.-

Toda utopía es una aspiración -¿imposible o posible?- al bienestar, la felicidad…

A pesar del realismo, las realidades y los realistas, la vida no sería nada sin las utopías…

¡Cuántas idealizaciones y felicidades grandes o pequeñas, debemos a las utopías…!

A nadie escapa de su simple o complejo entendimiento que estamos convirtiéndonos en artificiosos robots, teledirigidos e infelices, de las grandes urbes…

Está claro que en un planeta artificioso y urbanita, vivir en contacto, concilio y armonía, con la naturaleza cada día es más difícil, pero no imposible…

Esa es la pequeña y grandiosa utopía del filme Mi gran pequeña granja, que pretende la gran aventura del bienestar y la felicidad, de conciliar al hombre, a la familia, con la naturaleza…

Hoy, a pesar de los numerosos movimientos ecologistas existentes en todos los países del mundo, se vive demasiado de espaldas a la naturaleza…

El problema de las zonas rurales vaciadas, es decir cada día con menos habitantes y envejeciendo, a la par que aumentan considerablemente las poblaciones de las grandes urbes, es un fenómeno sociológico de extraordinaria magnitud…

La vida en permanente relación y armonía con la naturaleza, es hoy un lujo que pocas familias se pueden permitir…

En las grandes ciudades, para que los pequeños conozcan aspectos muy básicos de la naturaleza, los sistemas educativos tienen que acudir a recursos textuales, documentales fílmicos, pequeñas granjas escuela…

Siendo ésta la magnífica lección, para pequeños y mayores, que nos ofrece el bucólico y realista filme Mi gran pequeña granja, del realizador estadounidense John Chester…

Idealista fotograma naíf de la chef profesional y naturalista Molly, esposa del realizador John Chester.

A punto de ser desahuciados del piso donde vivían, por los molestos ladridos de su perro Todd, el matrimonio del popular realizador de televisión John Chester y su esposa Molly, chef profesional, cansados de la vida en la ciudad, deciden comprar un terreno en el condado de Ventura, al norte de Los Ángeles, e irse a vivir al campo, ideando una prolífica granja ecológica y sostenible, a la que llamaron “The Apricot Lane Farm”.

John Chester más que un experimentado y reconocido cineasta, es un popular realizador de televisión que adquirió fama en Estados Unidos por sus documentales de series televisivas de valores humanos y autoayuda, por las que ha recibido el prestigioso Premio Emmy -a la excelencia televisiva- y otros reconocimientos, en varias ocasiones.

Sus documentales de la serie televisiva Super Soul Sunday -más de 180 programas, sobre celebridades nacionales internacionales de todos los ámbitos sociales, conducidos por la afamada periodista y presentadora estadounidense de televisión Oprah Winfrey-, refrendaron la popularidad adquirida en trabajos anteriores como: Rock Prophecies, Aleatorio, Jockeys, Bait Car…, entre otros.

Esa popularidad le decidió a realizar el documental Mi gran pequeña granja -durante ocho años-, por el que ha sido distinguido y premiado en los Festivales de Cine: AFI Fest -Instituto Americano del Cine-, Hamptons International Film, Toronto Film (2018) y Sundance Film, Boulder International Film, Palm Springs Film, Miami Film (2019)…

Para la creación de la granja, Chester contó con la ingeniosa ayuda del pionero en el cultivo integrado, biológico-dinámico, Alan York, quien -ironías de la vida- fallecería antes de finalizar el proyecto, abocando a la familia Chester a superar todo tipo de dificultades para integrar su granja doméstica en un medio agreste, casi salvaje y hostil…

Alan York, director de la granja y el matrimonio Chester, con su perro Todd.

Uno de los valores destacados del filme, es el tesón y persistencia con que los Chester afrontan las dificultades e inconvenientes que día tras día les van acuciando: lucha contra depredadores y enfermedad de animales, plagas de los cultivos y plantas, adversidades climáticas…, del complejo mundo campesino y natural que les es desconocido…

Siendo esa persistente lucha cotidiana de transformación de un lugar devastado e improductivo y la búsqueda de armonía con la naturaleza, el mayor valor humanista y didáctico del documental.

Mi gran pequeña granja es fiel a las claves genéricas de todo buen documental como son: autenticidad, verismo y realismo, sin concesiones a la sofisticación o al sensacionalismo.

Con ellas, en la lucha contra las adversidades, desmitifica la idea de que vivir en la naturaleza sea un romanticismo ecologista…

Otro de los valores más destacados del filme, técnica y estéticamente, es su fotografía, muy expresiva y detallista, rica en profusos planos generales, medios, de detalle…

Bella fotografía del filme sobre el libado y polinización de una abeja.

El filme ha contado con un especial interés, al estrenarse en diversos países, coincidiendo con los cruciales momentos de la entredicha Cumbre Mundial por el Clima, celebrada en Madrid (España, 2019), y los numerosos desastres climáticos que han sucedido por estas fechas en diferentes lugares del planeta.

Mi gran pequeña granja, por sus valores didácticos, es un filme muy recomendable para todos los públicos y en especial para los medios educacionales…

A pesar de que la hermosa utopía de su temática naturalista, sea imposible para la mayoría de los ciudadanos de cualquier país…

Francisco Montero.